miércoles, 7 de diciembre de 2011

El Holocausto: El viaje que no elegimos

Les comparto mis palabras en la presentación del libro de Martín Mérida: "El viaje que no elegimos". Es un libro de poesía, que también invita a la reflexión filosófica sobre el Holocausto con perspectiva diacrónica, es decir: nos invita a mirar nuestro presente, a través de ese trágico pasado.

Estoy segura de que mis amistades "cleteras" disfrutarán con el penúltimo poema de Martín, que cito en este escrito.

***

Muy buenas tardes a todos y todas. Voy a comenzar y terminar con poemas del libro que nos reúne hoy: "El viaje que no elegimos", escrito por nuestro amigo Martín Mérida. Leo el primer poema:

Nadie vino a este mundo
como invento para alimentar
un viaje no elegido.
Sin embargo estamos aquí
forjando el trayecto
que nos conduzca a casa (Mérida, 2009, 33).

Estos versos revelan la mirada de Martín Mérida, quien a través de la poesía evoca el espanto que se vivió en los campos de concentración nazi. "En estos días derrumban la memoria" (59), dice el autor a Paul Celan, un poeta cuyos padres murieron en campos de concentración. Martín nos invita a través de su magnífica obra a filosofar poéticamente, a viajar con racionalidad analógica para reconstruir la memoria y para elegir un camino que conduzca hacia la reflexión sobre la barbarie del Holocausto: una de las más terribles manifestaciones de la exclusión, que ha caracterizado una modernidad univocista que sólo aceptaba un paradigma de lo humano, y que parece perpetuarse en nuestros días (Ballesteros, 2000).

Octavio Paz decía que "La Edad Moderna ha exaltado al individualismo y ha sido, así, el período de la dispersión de las conciencias. Los poetas han sido particularmente sensibles a este vacío” (1990, 64). Martín Mérida es un poeta y filósofo del siglo XXI, que nos lleva de la mano para que escuchemos su poesía o, como decía Octavio Paz (1990) su "otra voz", dando la palabra a otras múltiples voces. Martín emprende con su obra el camino hacia un viaje en el que sí elige acompañar y ser acompañado por algunas víctimas del holocausto que dejaron su legado, como Ana Frank. También se hace acompañar por otros poetas y filósofos, que hacen del encuentro la ocasión para trascender hacia la otredad de la existencia humana y así responder críticamente ante las "promesas del absurdo" (13). Son voces que confían en la capacidad humana para construir nuestro mundo con el fundamento del respeto, la inclusión y la justicia:

A través de pedazos
de lo que fue el mundo
la intemperie nos nombra, sin máscaras
frente al abismo (20).

La obra de Martín Mérida nos invita a elevar la mirada, a apreciar la humanidad anulada por una perspectiva supuestamente racional, que propició la anulación del otro en su sentido más radical: el otro que no merece tener ser, porque es distinto y por ende, amenazante:

Quisieras morir de estar muerto (...)
porque está prohibido acostarse sobre el mármol de la mirada pública (...)
Morir.
¿Qué estás diciendo? (...)
sólo muere quien es alguien (49)

Con el poderoso recurso de la otredad que lo vincula con autores como Paul Ricoeur (1996), Emmanuel Lévinas (1993) y Paul Celan entre otros, Mérida se dirige a los prisioneros en los campos de concentración, no sin antes hacer una crítica al racionalismo que justificó un sistema que les orilló a perder su propio hogar:

Estaban ahí cuando se les forjó en des-habitados
a través de lecciones llenas de lógica
Y ya habituados al despojo
soñaron con el recibimiento
de alguna vez poder contarlo
empezando por decir:
Ustedes -habitantes de otras épocas-
eran también cada uno de nosotros (30).

Este poema es otra manera de decir, con palabras de Martin Buber, “me realizo al contacto del Tú; al volverme Yo, digo Tú. Toda vida verdadera es encuentro” (Buber, 1994: 13).

Hanna Arendt, filósofa judía que vivió el Holocausto, escribió para la revista The New Yorker un informe sobre el proceso que se llevó a cabo contra Adolf Eichmann en Jerusalén, un funcionario nazi de alto rango que fue capturado por el Mossad. Cuando se le cuestionó sobre su complicidad con el nazismo, afirmó que "siempre había vivido con los preceptos morales de Kant" pero según Arendt "se había limitado a prescindir de la fórmula kantiana por haber dejado de ser aplicable (...) la había modificado de manera que dijera (...) según la fórmula del “imperativo categórico del Tercer Reich” (...): ´Compórtate de tal manera que si el Fürer te viera aprobara tus actos´” (Arendt, 1999, 206).

La justificación del horror del Holocausto en casos como éste, hizo que esta filósofa analizara críticamente las consecuencias de la irreflexión humana, porque Eichmann parecía incapaz de darse cuenta de su maldad. La banalidad de su acción -de ahí el título de su informe, "La banalidad del mal"- se debía a la irreflexión de Eichmann ante los "crímenes legalizados por el Estado", como él mismo justificaba sin sentido crítico alguno (1999, 206).

El nazismo convirtió a los crímenes en acciones legales y a las acciones morales en ilegales, por eso Arendt exhortaba a repensar las ciencias humanas, para que sean más capaces de promover las nociones de justicia en toda acción humana. Ésta es la labor que realiza Martín Mérida en su libro "El viaje que no elegimos", quien no sólo interpela a los hombres en aquellos tiempos de oscuridad (Arendt, 2001), porque también en la actualidad

El bien y el mal viajan en la misma máquina
en nombre de una moral: nido de buitres.
Mientras el mal mata a la vaca
el bien le detiene la pata.
El bien y el mal tienen instrucciones
de desaparecer rastros:
Borrón y cuenta nueva
por si Dios se da a la fuga.

Nuestro autor nos habla también sobre el viaje que no elegimos quienes en esta época postmoderna también somos prisioneros de un paradigma tecnocrático, que tiende a la exclusión de la otredad:

El culto hacia la máquina es fúnebre cortejo.
Sobre ruedas del viaje que no elegimos
se atiza veneno de producir ceguera (13).

Haciendo alusión a la experiencia de un amigo que fue atropellado por un automóvil cuando conducía su bicicleta, Martín establece un puente analógico entre los coches y los trenes, que en la época del nazismo transportaban a los judíos hacia los campos de concentración. Ambos pueden conducir al mismo destino: la muerte.

No son los trenes de Hitler
los que ahora llevan a matarnos.
Se trata de automóviles
Automó-viles
con choferes deslizándose
contra los que a pie siembran poemas
a pesar del asfalto
y el cielo envuelto en humo (26).

Concluyo mi reflexión con el poema que me fascinó desde la primera vez que leí la obra de Martín Mérida, porque consiste en un canto en el cual se entrelazan la filosofía y la poesía:

Desde el tráfago de las ocupaciones
el filósofo Martin Buber nos percibió sin techo
y esclavos del reloj.
Desde el tráfago de las ocupaciones
el filósofo Martin Buber señaló caminos
contra la máquina de escribir razón
Desde el tráfago de las ocupaciones
el filósofo Martin Buber dijo que
el mundo no está hecho desde el hombre.
Y se puso a vivir el tú eres yo (16).

Muchas felicidades, querido Martín. Felicidades y gracias por esta obra.

Referencias:
Arendt, H. (1999) Eichmann en Jerusalén: un estudio sobre la banalidad del mal. Barcelona: Lumen.
Arendt, H. (2001) Hombres en tiempos de oscuridad. Barcelona: Gedisa.
Ballesteros, J. (2000) Postmodernidad: decadencia o resistencia. Madrid: Tecnos.
Buber, M. (1995) ¿Qué es el hombre? México: FCE.
Lévinas, E. (1993). El tiempo y el otro. Barcelona: Paidós.
Mérida, M. (2009) El viaje que no elegimos. México: Literalia.
Paz, O. (1990) La otra voz. Barcelona: Seix Barrral.
Ricœur, P.(1996) Sí mismo como otro. Madrid: Siglo XXI.