miércoles, 17 de octubre de 2012

La primer oleada feminista y el sufragio femenino en México

Hace 59 años, el 16 de octubre de 1953, ocurrió un acontecimiento que cambió la dinámica electoral del país: se "permitió" el sufragio femenino en México. En aquella época hubo muchos cuestionamientos sobre las consecuencias que tendría para el país el hecho de abrir la participación de las mujeres en las decisiones en el ámbito político. Poco a poco se ha ido tomando conciencia sobre la importancia de la igualdad y la equidad de género, tanto a nivel nacional como internacional.

Actualmente podemos observar avances significativos en nuestro país, muchos de ellos debido a los compromisos adquirido por México al firmar los Tratados Internacionales que se desarrollaron en Foros de la Organización de las Naciones Unidas, para mejorar la condición y la posición de las mujeres.

Me gustaría hacer mención de lo que hemos vivido las mujeres a lo largo de la historia para poder participar en lo público y para que se visibilice dicha participación, tal como lo hice en una conferencia que me invitó a impartir el Instituto Jalisciense de las mujeres, precisamente el 16 de octubre del 2012. Tuve el honor de contar con un público compuesto mayoritariamente por Directoras de Institutos Municipales de las Mujeres y Regidoras responsables de la Comisión de Equidad de Género en sus municipios.

Con este artículo acotaré mi reflexión en torno al recorrido histórico que nos permitió participar activamente en lo público y que aparece en el manual que elaboré para el Instituto Jalisciense de las Mujeres, en el año 2009: "Análisis y construcción de los paradigmas feministas".

Espero que lo disfruten. Al final encontrarán una reflexión actual.

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 El origen de la palabra «Feminismo» se sitúa en Francia a finales del siglo XIX, usado por Hubertine Auclert en 1982, en su revista La Citoyenne. Potonie-Pierre divulgó el término en el Congreso de mujeres de Berlín, en 1896 (Elósegui, 2002: 20). En esta primera época, la movilización feminista tuvo como objetivo fundamental la consecución del voto femenino en los sistemas democráticos, en muchos casos las demandas fueron realizadas por medio de atentados y manifestaciones públicas (Solé, 1995: 39): "En el mundo esta lucha inició en el siglo XIX. No obstante, la persistencia de una sociedad patriarcal fue poniendo obstáculos y escatimando reconocimientos. Así, en Europa, las mujeres socialistas fueron quienes con mayor determinación pugnaron por ejercer un derecho injustamente negado. Pero se trató, sin duda, de una lucha pluriclasista. En España, durante 1912, la Agrupación Femenina Socialista de Madrid empujó con más bríos hacia esa meta" (2004: 153).

El feminismo sufragista consiguió su objetivo paulatinamente. A principios del siglo XX, las mujeres de países anglosajones y del Norte consiguieron el voto: Australia en 1901, Finlandia en 1906, Noruega en 1913, Dinamarca en 1915, Holanda y Rusia en 1919, Inglaterra y Alemania en 1918, Suecia en 1919, Estados Unidos en 1920, España en 1931, mientras que Francia e Italia en 1945 (Solé, 1995: 42-43). En América Latina, Ecuador fue el primer país que reconoció este derecho, en 1929. Tres años después se consiguió en Uruguay y San Salvador, mientras que en Brasil y Cuba se logró este objetivo en 1934. Los años cuarenta fueron el turno para otros países como Panamá, la República Dominicana, Guatemala, Belice, Venezuela, Costa Rica y Chile; mientras que en Argentina se consiguió en 1951. “Cuando nació la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 1946, se hizo un llamado a todos los países latinoamericanos que no habían establecido el voto femenino para que éste se legislara, aduciendo que negar a la mujer el derecho al voto era perpetuar un estado de desigualdad social” (Alonso, 2004: 154-155). En los años cincuenta se promulgó el derecho al voto femenino en Nicaragua, Bolivia, Colombia, Honduras, Perú y México (Alonso, 2004: 154).

El derecho al voto femenino en México fue conseguido paulatinamente, primero a niveles municipales y estatales, en última instancia para todo el ámbito federal. Desde la creación del Club Femenil Antirreeleccionista, en 1910 se demandó el derecho a votar. En 1916 se organizó un Congreso Feminista, que retomó esta estafeta: "La Constitución de 1917 no les negaba el voto a las mujeres, pero tampoco lo reconocía expresamente… En 1923 el Congreso Nacional Feminista, celebrado en la capital mexicana, concluyó que se debía conseguir la igualdad civil para que la mujer fuera elegible en los cargos administrativos del gobierno local” (Alonso, 2004: 155).

San Luis Potosí fue el primer estado que consiguió a las mujeres el derecho a votar y a ser elegida en elecciones municipales, en 1925 también se consiguió en Chiapas. En la década de los treinta destacó el Frente Único Pro Derechos de la Mujer conjuntó a más de 30 mil mujeres, luego esta agrupación se denominó La República de las Mujeres. En 1936 dos mujeres veracruzanas fueron propuestas como candidatas en las elecciones locales, mientras que en 1938 una mujer dirigió un municipio en Guerrero. “Pero fue hasta diciembre de 1946 cuando los diputados federales aprobaron el voto de las mujeres en elecciones municipales; y hasta el segundo semestre de 1953 se extendió ese derecho para las elecciones federales” (Alonso, 2004: 155-156).

En este primer momento el feminismo se concentró en denunciar la marginación de las mujeres en el ejercicio del derecho al voto o a vindicar la igual capacidad entre hombres y mujeres, para participar en actividades estereotipadas como «masculinas» en aquella época. Por eso se ha denominado «sufragista» a esta primera ola feminista. Una de las peculiaridades de este primera etapa, es que el «derecho al voto» se convirtió en un medio para unir a mujeres de condiciones sociales, económicas y políticas muy diferentes: “su movimiento era de carácter interclasista, pues consideraba que todas las mujeres sufrían, en cuanto mujeres e independientemente de su clase social, discriminaciones semejantes” (Miguel, 2005: 18).

El derecho al voto no fue la única demanda de ciertos grupos o pensadoras feministas, hay historiadoras que afirman que también lucharon por la igualdad en todos los terrenos, en su búsqueda de universalización de los valores democráticos: “desde un punto de vista estratégico, consideraban que, una vez conseguido el voto y el acceso al parlamento, podrían comenzar a cambiar el resto de las leyes e instituciones” (Miguel, 2005: 18). Recordemos que en los Estados Unidos, la lucha sufragista de las mujeres fue también la ocasión para promover el abolicionismo.

Si les interesa leer una reflexión sobre el feminismo sufragista y el uso de la bicicleta por parte de las mujeres, aquí en link de un artículo que escribí al respecto, con una interesante cita de Susan B. Anthony: http://bit.ly/RNuP84

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En las pasadas elecciones disminuyó considerablemente la brecha en la representación política de las mujeres mexicanas. Por primera vez llegamos a tener 183 Diputaciones para mujeres (37%), 5.4% más que en la legislatura pasada. Sin embargo, en Jalisco únicamente serán diputadas tres mujeres frente a 11 hombres.

Cabe reconocer que debido a la Ley “Antijuanitas”, promulgada en diciembre del 2011, se frenó una práctica que disminuía la representación femenina en nuestro país. Eran comunes los acuerdos previos a las elecciones, con ciertas legisladoras que cedían su lugar a sus suplentes hombres, poco después de asumir el cargo. El Partido Político en cuestión "cumplía" con la cuota de género, pero recuperaba esos lugares para los varones, una vez que las Juanitas tomaban posesión de su cargo. ¿Cómo se consiguió este logro? Muy sencillo, ahora las candidatas tienen suplentes mujeres. 

Otra cuestión que vale la pena aplaudir, es que en las pasadas elecciones, el žCódigo Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales (COFIPE) obligó a los partidos a que otorguen a mujeres al menos el 40% de sus candidaturas al Poder Legislativo. Como nos podemos imaginar, muchos partidos no cumplían con la cuota de género en sus candidaturas, por lo que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) y el Instituto Federal Electoral (IFE) pidieron a las fuerzas políticas modificar sus listas. En la conferencia que impartí me pude enterar -gracias a una Presidenta Municipal electa en un municipio de Jalisco- que a varios partidos les aplazaron el registro, hasta que cumplieron con este requerimiento.

Queda todavía un largo camino por trabajar en la lucha por la paridad entre hombres y mujeres. Sin embargo, este espacio que nos abrieron nuestras antecesoras y algunos varones comprometidos con estas causas, aún está lleno de retos y queda mucho por edificar sobre los cimientos que hemos heredado, para que la equidad de género sea una realidad y no una simulación de la democracia que pretendemos construir en México. Lo primero de todo, es reconocer que nuestro mundo fragmentado precisa un reencuentro entre el espacio público y el privado: sin él, no habrá desarrollo humano posible.